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09 mayo 2019

La aplastante realidad de femme fatale

A modo de introducción diré que el vampirito es una bebida mexicana que se prepara con sangría, toronja, jugo de limón y tequila reposado Jimador, se sirve con hielo y en vaso escarchado con limón y sal.
Una de las versiones artesanales de la sangría se hace con naranja, cebolla, tomate, limón, salsa tabasco, salsa inglesa, chile de árbol, sal y pimienta a gusto.

Por aquellos días estaba por cumplir los dieciséis años, tenía mi segunda cita con aquel interesante caballero cuatro años mayor, siempre rodeada de adultos, era increíble la sensación de departir con alguien de mi edad.
La primera cita fue al cine, la segunda estaba programada para el sábado, justo el día de mi cumpleaños, habíamos quedado en ir a un antro, estaba un poco nerviosa, a esos lugares solo entraban los mayores, evidentemente, él no sabía mi edad.


El día previo salí tarde de clases y me dirigí a la Boutique Extravagance, tenían en exhibición un vestido negro muy audaz, en ese momento mi mente empezó a transformar la cita, de regreso a casa, el bolso que guardaba el preciado vestido quemaba mis manos, las mejillas se encendían cada vez más, no pude dormir aquella noche.

Avanzado el sábado, me dispuse a vestirme, la prenda era una locura, un exagerado escote en V, que llegaba justo encima de mi busto, el largo era lo más atrevido, no eran los acostumbrados diez centímetros debajo de la rodilla, este apenas lograba alcanzar los dos centímetros sobre ella, ajustadito al cuerpo y con un poco de volante en el faldón, lo acompañé con unas zapatillas rojas deslumbrantes de siete centímetros de altura, esa tarde me sentí la femme fatale.

Llegamos al antro, la impresión primera fue devastadora, en la entrada, José Manuel separó las piernas y fue a enlazar los dedos justo en su nuca, no sé cuál fue la expresión de ese momento pero el miedo me hacía temblar, el guardia sonrió comprensivo al tiempo que decía. "No se preocupe, Señorita, es solo rutina".

Al entrar me llegaron de golpe las luces estrambóticas, el estruendo de la gente, el ruido ensordecedor, la media luz, todo hacía que mi pecho se disparara hacia adelante. Nos sentamos cerca de la pista, bajaba a todos los santos deseando que José Manuel no se hubiese percatado de mi inexperiencia en esos sitios.

A una indicación de José Manuel, el mesero se acercó.
¿Qué deseas tomar, Adel?
- ¡Un vampiro, por favor!
¿Estás segura?
- ¡Por supuesto!

Vaso jaibolero, ¡ ENORME !. Con tan solo unos sorbitos de la bebida mi cabeza daba vueltas, intentaba con todas mis fuerzas parecer normal, mujer de mundo. En algún momento él pidió una limonada; yo seguía con los 3/4 de mi bebida que, por más intentos que hacía no podía bajarla. No sé qué sucedió pero terminé con la limonada y José Manuel con mi bebida.

En la siguiente ronda el mesero no era el mismo.

-¡Un vampiro, por favor!.
¡Que sean dos y una limonada!, dijo José Manuel.

José Manuel se distrajo por un momento, el mesero preguntó.
¡Señorita!, su vampiro, ¿jimador?.
¡Que gima o rebuzne, solo tráigame un vampiro, por favor!.