Conforme pasan las horas la temperatura se suaviza, el cielo se pinta de blanco con algunas nubes suspendidas. Soy consciente que jamás había observado un cielo tan abierto. Camino por los jardines, a mi paso veo los árboles frutales, el huerto, todo sigue mojado ... Hay vida.
Me siento bajo la sombra de un árbol y observo absorta el horizonte ... El dolor al costado derecho, por la costilla rota, se vuelve punzante y nuevamente despierta mi lado oscuro, en ese momento el piquete de un alacrán en mi pie incrementa el goce. Inhalo profundo, exhalo pausado ... Dolor, placer ... Placer, dolor, todo se concentra en ese instante. El antídoto hace su efecto.
Pasan los días, pasan las horas y el cielo se torna
gris. A lo lejos los colores ocre se fusionan con los rojos, el sol empieza a
dormir y la oscuridad lentamente cubre el entorno. Sin transeúntes, el lugar
está exquisitamente en calma e invita a recorrerlo.
Y es en esos momentos que me gusta pasear por sus calles ... Recordarte mientras observo que los pájaros se han resguardado en sus nidos, las ramas azotadas por el viento arrullan las calles desiertas, se entremezcla con la naciente lluvia ... Pienso en ti, en la forma que iniciabas una conversación, hablando un poco de tu entorno, del clima que te cobija y trasladándome a tu lado.
Llueve con insistencia en el momento que llego a mi puerta, explotan con fuerza las gotas en los cristales de la ventana, la humedad se intensifica, aroma a nostalgia.
No lo sabes, pero he seguido tus indicaciones al pie de la letra, tus momentos conmigo se han sucedido ininterrumpidamente, tus noches en mí son continuas ... Porque desde siempre mi ser te pertenece.
344 Palabras