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18 junio 2019

Los motivos equivocados

Leyendo la última publicación del bloggero y amigo, Guille, me hizo recordar aquellos años nostalgicos. 

Mi hermana mayor me pidió que llevara un paquete a su antigua compañera de estudios y amiga, Marce. No estaba convencida de hacerlo porque perdería toda la mañana del sábado, mi madre se puso de su lado y no me quedó más remedio que obedecer.

"Es la Notaría que está frente a la Presidencia", me dijo
Me trasladé sin mucho ánimo y cerca de la una llegué con Marce, a su vez, Marcela me pidió que esperara su hora de salida para ir a tomar un helado, "pasamos por Sandra y nos vamos", ¿qué podía perder?, había ocupado parte de mi mañana para estar ahí.

Nos trasladamos a la Plaza, en uno de los edificios que circundan trabajaba Sandra. Al llegar a las oficinas, Sandra comentó que salía en diez minutos, la esperamos en recepción. En algún momento y por mi loca cabecita aburrida me levanté y observé la ventana que estaba delante, era grande y el cristal como la cajeta, me acerqué y el color se volvía más claro; yo me reflejaba, lo observé absorta, no tengo idea qué leones se cruzaron por mi cabeza pero me quedé ahí largo tiempo. Sandra no dijo nada, Marce no dijo nada.

Salimos de ahí y fuimos a la nevería, pasamos un rato agradable y a las cinco ya estaba de regreso a casa. El domingo recibí la visita de Sandra, el espejo que llamó mi atención era una ventana y desde la oficina todo se veía. Recuerdo haber pasado mis dedos por mis cabellos para desenredarlo, también haber acomodado el tirante del sostén y revisar mi maquillaje, de lo que no me di cuenta es que del otro lado "alguien" me observaba.

Sandra me pidió ir el lunes siguiente a hablar con el dueño del negocio, "quiere contratarte", en esos tiempos yo tenía quince años, le dije ser estudiante y me negué rotundamente, "solo ve y escuchalo, luego decides" y así lo hice. El lunes al llegar a las oficinas, me acomodaron de inmediato y me pusieron un teléfono delante, "este es tu lugar, no tienes que hacer nada, solo contestar el teléfono cuando llamen", fue inútil tratar de explicar que solo iba a una entrevista.

Ed, el dueño del lugar era un muchacho de veinticuatro años, ¡IMPRESIONANTE!, 1.80 de estatura, espalda ancha, cintura pequeña, trasero de envidia, piernas largas y ejercitadas y una carita de angelito y con un carácter dulcísimo, sí, lo reconozco, me fue imposible decirle que no aún y cuando me dijo que me quería delante de todo por mi carita linda, "tú solo atenderás a los abogados que lleguen, los empresarios, los contadores y los agricultores, del teléfono no te preocupes, siempre hay alguien que se hace cargo".

Confieso que me sentí incómoda al enterarme de los motivos de mi contratación pero, era una chiquilla, al final no pude superarlo y a los dos años renuncié.

Hace unos minutos me saltó en recomendaciones su página de Facebook, los años han sido generosos con él, sigue de impacto, lo que me sorprendió es que, de exitoso empresario ahora es pintor, las vueltas que da la vida, hablamos un poco y me mostró parte de sus pinturas, me sorprendió una en especial, era una niña tratando de tocar un cristal y del otro lado, un hombre la observaba. 
¡No dije nada!.