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27 junio 2019

Lo que dijo ella


El noveno día de vacaciones en la playa y la pregunta obligada.
¿Qué haremos hoy?
Entre varias opciones se eligió ir a La Piedra, una isla que, si atraviesas en catamarán llegarías en menos de media hora, no estaba dispuesta a montarme nunca más en un monstruo como ese, ni ningún otro que no tuviera piso firme.

Por tierra el camino fue largo, el primer tramo parecía una selva, árboles y arbustos por todos lados que al paso rasgaban los autos y lograban erizar los vellitos de la nuca, después un tramo de piedritas, baches y pequeños montículos, los autos y nosotros encima era de briquitos constantes, después atravesamos el camino de terracería, en cada punto de todo el trayecto de más de dos horas siempre paramos a intentar comprar agua y solo encontrábamos en abundancia, cerveza, tequila, vinos y licores y ni una gota de agua, el calor abrasador, la humedad a tope y el camino seguía ... llegamos alrededor de las dos y la isla ... a reventar.

Y mientras, a comer y beber que a las cinco todos se marchan y la isla queda casi sola. En vacaciones, vas con tus defensas bajas, en total relajación. El calor no era tan alto, 32°C, pero la humedad es la que, si vienes de clima seco es insoportable.  Una mesa larga, seis personas en ella y un ventilador grande y potente solo para nosotros.

A mi lado mi madre respondiendo animadamente a las preguntas de Don Chito, perspicaz que es una y me hago al ladito. Al lado izquierdo mi (ex)marido hablando animadamente con el guía y su amigo. A unos metros mi hija nadando en las aguas calmas y frente a mí ella, una mujer que no dejaba de observarme ... levantó su vaso de tequila, inclinó la cabeza sin quitarme la vista de encima, educadamente respondí el saludo con una diminuta sonrisa.

En un momento la tenía detrás, con sus dedos deslizándose por la línea media de mi espalda, un escalofrío me recorrió entera, ¡me puso nerviosa!, mi marido calladito y con los ojos muy abiertos, vuelvo a sentirla recorrerme y me pongo más nerviosa ... un trago enorme de cerveza y los nervios no se alejan, la mujer sonríe y se marcha.


Ella y sus acompañantes cambian de mesa y se ponen delante de la nuestra, vuelve a sonreír(me) y lame el borde de su vaso ... ¡me pongo más nerviosa!, otro trago enorme de cerveza y otro más y así seguí, más tardaban en llenarme el vaso que yo en vaciarlo.

- ¡Tengo que ir al baño ...!
- ¡No!, mejor espero.
- No la veo, seguro se ha marchado.
Me levanto al baño, al darme la vuelta la veo por allá ... vuelvo a sentarme.
Unos minutos más tarde y me urge ir al baño y mi marido.
-¡No puedo hacer nada, no puedo decirle nada, es mujer!.
- ¡Demonios!, ya no aguanto, no debí beber tanta cerveza.
¿Espero?, ¡No!, definitivamente ¡no puedo!.
- ¡DEMONIOS!
Mi hija se ofreció acompañarme, ¡Vamos, mami!, a ver si se atreve a decirte algo.

Saliendo del baño y más calmada nos dirigimos a la mesa, a mitad del camino la mujer se puso delante ... Mi hija ... ¡Ven, MAMÁ!.

La mujer ... ¡Con las dos puedo, CHIQUITAS!.

😕😮