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06 mayo 2019

Sin reglas



Caminé lentamente, había quedado con Julián para ir al cine, no estaba segura. Julián es experto en comprender el infierno que llevo dentro, aún así, sentí que era muy pronto para reanudar las citas, salir de casa, dedicarme a mí, olvidando el resto del mundo, avancé lento y mientras lo hacía, me di cuenta que el nudo que llevo desde hace años en mis entrañas va conmigo, no huye ni muestra la intención de hacerlo, parece que está unido a mí por un vínculo tenue e inquebrantable, me duele y me hace daño.

Iba al paso, ajena a las calles que atravesaba sin apenas darme cuenta, llevaba una sensación permanente de abandono, un suspiro hondo me dejaba una opresión en la garganta, el corazón se disparaba, volvían los recuerdos, era un momento amargo para, precisamente ese día que me había dado la oportunidad de salir. ¡Maldita sea mi memoria!, por qué siempre que te trae de regreso, tu recuerdo pesa tanto que me invade, me segrega.


A unos pasos vi a Julián, detenido en ese aire seductor que tanto lo caracteriza, lo observé impoluto, con esa mirada encantadora de hombre imperturbable, no atiné a articular palabra, él se acercó, me ofreció un beso en la mejilla y me habló en un susurro. "¿Has dejado almacenado el corazón?", porque te lo advierto, ¡Hoy es noche de juerga!.

Intenté hablar pero no lo hice, levanté un poco los hombros y sonreí, me quedé en silencio, me enredé en su brazo y reanudamos el camino, ahora juntos hacia el cine. Estaba envuelta en mis pensamientos cuando su voz me sacó del mutismo. ¡Debí comprar los boletos en línea, la fila es muy larga!.

¿Acaso importa?, ¡está bien, Julián!, tenemos mucho tiempo, unos minutos de pie no nos harán daño.

De repente sentí una mirada penetrante, me di vuelta y quedé a escasos centímetros de unos ojos poderosos, su mirada era potente, avanzamos rápido. Él estaba adherido a mi espalda, Julián se dio cuenta y sonrió malicioso.  ¡Mira que está guapo!, si no le haces caso tú, tendré que intentarlo yo.

Sonreí, empecé a sentir un sabor agriculce, Julián y yo nos sentamos en la parte alta del cine, en la línea de en medio, en algún momento entre los diferentes tiempos de la película pude distinguir a aquel hombre misterioso sentado a mi lado, después de eso, de lo que ocurrió en aquellas horas, no estoy segura, el sobresalto, el temblor en el cuerpo, la razón que no me daba respuestas y su silencio abrumador, él se impuso.


Me dio su mano, entrelazó sus dedos a los míos, de su otra mano sentí sus dedos presionando con suavidad las venas de mi muñeca, creí haberlo visto sonreír. Algo me atrajo, quizás el deseo de liberar mis miedos, las mejillas me ardían, su roce quemó mi piel, me sentí intimidada e intenté huir, pero fue inútil, las piernas no me respondían, cerré los ojos, no fui capaz de pensar, dejé que su aliento me atravesara el pecho, dejé que descendiera su boca, escurriendo fuego hasta mi vientre, mientras un gemido ahogado se escapó de mis entrañas.