La garganta prolongaba el dolor por el nudo concebido, los labios se entreabrieron y su voz brotó ronca, como venida del otro extremo del mundo.
— ¿ Lo sabías ... ?
Segura de sí respondió jubilosa.
— ¡ Por supuesto !, en mi casa nada sucedía si yo no me enteraba.
Se apoyó en un suspiro interminable. Sentada en una de las esquinas de la habitación donde la luz apenas llegaba, dejó caer en sus palmas retazos de añejas lagrimas que escurrieron como cera caliente, el cuerpo le temblaba.
Se levantó y salió de la pieza hacia el pequeño jardín, un aire helado le golpeó sin piedad el rostro, levantó sus ojos al cielo oscuro y lloró amargamente. Dejó pasar un momento e intentó huir, pero el semblante duro y ahora desconocido se interpuso en su camino.
— ¿ Qué esperabas que hiciera ?, no has sufrido más que yo ... ¡ No te quejes !, anunció fatigada, ¿ qué más podía hacer ?, no se trataba de ti, era mantener unida a la familia.
La observó con un gesto de escepticismo.
— ¿ Familia ?, ¡ No !, lo permitiste porque era tu hijo favorito.
— ¡ Mi hijo ... !, hace más de veinte años que no lo veo ... ¡ Lo extraño !.
Lloró copiosamente antes de hundirse definitivamente en el alzheimer.
— ¡ Madre ... !.
Mi participación en la dinámica de este jueves de Neogeminis.
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