Regina
llega al set de grabación, aún siente el escalofrío por el sueño vívido. Frente
a ella, un apuesto caballero de traje oscuro y mirada siniestra. Regina lo
reconoce del sueño que la dejó perturbada, ahora no está segura si realmente lo
soñó.
Silencioso
y reservado, su mirada implacable la perturba. — Esperaba más de ti,
Regina, esta noche volveré a buscarte, querida —.
Al
verla, nadie hubiese imaginado que esa mujer imponente, de labios sensuales,
senos turgentes y caderas armoniosas estuviese inquieta, parecía serena, pero que él fuera
consciente de su sueño la hacía sentir vulnerable.
Ya
en su alcoba, se descubrió cerrando las gruesas cortinas, cortando de esta
forma las luces brillantes de los autos en constante movimiento, cerró los ojos, se dejó envolver por la oscuridad, sumergida en un sueño profundo; y como la
noche anterior, Regina recibió la visita del hombre
misterioso.
Se acercó decidido, fusionándose con ella en un envolvente y perfecto abrazo, sabía cómo llevarla hasta sus terrenos. Regina intentó resistirse, pero era evidente que ese hombre ejercía sobre ella un poder sobrenatural, sus intentos por detenerlo se volvieron en una infructuosa lucha.
Él la besó, trasladando en ese beso un líquido que penetró directamente por su garganta, en su último aliento, Regina lo miró profunda y largamente, antes de repetir parte de la frase que él había usado horas antes. — ¡Volveré a buscarte, querido! — después, languideció su cuerpo.
El
misterioso caballero dejó en el lecho su cuerpo sin vida, una sonrisa macabra
se dibujó en sus labios, La Reina del Grito había muerto, sorpresivamente, se
vio así mismo enredado en su interior inerte, adherido a sus
entrañas, a sus huesos, a su sangre, salió de allí con el terror dibujado en su
rostro.
Al llegar a su departamento, lo recibió con una sonrisa su hermosa y seductora prometida, la envolvió en un abrazo largo y reconfortante. — Ya está hecho, Dominique, tienes el camino libre para convertirte en la nueva Reina del Grito —, ella lo miró inexpresiva, entibió sus labios cuando su aliento penetró su boca. — ¡Volvemos a encontrarnos, querido!.
